La historia de la vida del Buda comienza hace unos 2600 años en Lumbini, cerca de la frontera entre Nepal y la India, donde nació un hombre llamado Siddharta Gautama.

Nació príncipe, pero descubrió que la existencia condicionada no podía brindar felicidad duradera ni protección contra el sufrimiento. Después de una larga búsqueda espiritual, entró en un estado de meditación profunda, en el cual obtuvo la realización de la naturaleza de la mente y alcanzó el estado de felicidad incondicional y duradera: el estado de iluminación, de budeidad. Este estado de la mente está libre de las emociones perturbadoras y se expresa a través de la ausencia de miedo, el gozo espontáneo y la compasión activa. Por el resto de su vida, Siddharta, ya convertido en Buda, enseñó a todo aquel que le preguntaba cómo podía alcanzar el mismo estado.

«Enseño porque todos los seres y tú quieren tener felicidad y evitar el sufrimiento. Enseño las cosas como son.» Buda

Sus primeros años

En los tiempos del Buda, en la India había una gran apertura espiritual. Todas las posturas filosóficas más importantes estaban presentes en la sociedad, y la gente esperaba que la espiritualidad tuviera una influencia positiva en su vida.

En esa época de gran potencial, Siddharta Gautama, el futuro Buda, nació en una familia de la realeza en lo que hoy es Nepal, cerca de la frontera con India. Durante su juventud, Siddharta se mostró excepcionalmente inteligente y compasivo. Alto, fuerte y guapo, pertenecía a la casta guerrera. Se había predicho que se convertiría o bien en un gran rey, o bien en un líder espiritual. Dado que sus padres querían un gobernante poderoso para su reino, trataron de evitar que Siddharta entrara en contacto con la naturaleza insatisfactoria del mundo. Lo rodearon con todo tipo de placeres, y se le dio acceso a quinientas mujeres atractivas y a toda oportunidad para el deporte y la emoción. Siddharta dominó perfectamente el entrenamiento de combate e incluso venció a su esposa, Yasodhara, en un concurso de arquería.

A los 29 años, de repente, se vio enfrentado a la impermanencia y el sufrimiento. Durante un inusual paseo fuera del palacio, vio a alguien terriblemente enfermo. Al otro día, vio a un anciano decrépito y, por último, a un cadáver. Siddharta se sintió muy perturbado al descubrir que la vejez, la enfermedad y la muerte les sucederían a todas las personas que él amaba, y que él no tenía refugio para ofrecerles.

A la mañana siguiente, el príncipe pasó caminando junto a un meditador que estaba sentado en un estado de absorción profunda. Cuando sus ojos se encontraron y sus mentes se conectaron, Siddharta se detuvo fascinado. En un instante, se dio cuenta de que la perfección que había estado buscando afuera debía estar dentro de la mente misma. Encontrarse con ese hombre le dio al futuro Buda una primera y tentadora experiencia de la mente, un refugio verdadero y duradero que él sabía que tenía que experimentar por sí mismo para el beneficio de todos.

La iluminación de Buda

Siddharta decidió que tenía que abandonar sus responsabilidades como príncipe y a su familia para alcanzar la plena iluminación. En secreto, dejó el palacio y partió solo hacia los bosques. Durante los seis años siguientes, conoció a muchos maestros de meditación talentosos y dominó sus técnicas, pero siempre acababa por descubrir que le mostraban el potencial de la mente, y no la mente propiamente dicha. Finalmente, en un lugar llamado Bodhgaya, el futuro Buda decidió permanecer en meditación hasta que descubriera la verdadera naturaleza de la mente y pudiera beneficiar a todos los seres. Después de haber pasado seis días y seis noches disolviendo los obstáculos más sutiles de la mente, alcanzó la iluminación en la mañana de la luna llena de mayo, una semana antes de cumplir los 35 años.

En el momento de la completa iluminación, todos los velos de las emociones perturbadoras y de las ideas rígidas se disolvieron, y experimentó el aquí y ahora que todo lo abarca. Toda separación en tiempo y espació desapareció; pasado, presente y futuro; cerca y lejos, se fundieron en un estado radiante de gozo intuitivo. Se volvió una conciencia omnipresente y atemporal. Se volvió el Buda, el despierto.

Después de la iluminación, el Buda viajó a pie por todo el norte de la India y enseñó constantemente durante 45 años. Personas de todas las castas y profesiones, desde reyes hasta cortesanos, se sintieron atraídos hacia él, quien respondió sus preguntas, siempre apuntando hacia lo que es ulteriormente real.

A lo largo de su vida, el Buda animó a sus estudiantes a cuestionar sus enseñanzas y confirmarlas por medio de su propia experiencia. Esta actitud no dogmática sigue caracterizando al budismo en nuestros días.

Puedo morir feliz. No me he guardado ni una sola enseñanza en el puño. Todo lo que es útil para ustedes ya se los he dado. Sean su propia luz. Buda, antes de abandonar su cuerpo, a los ochenta años.